En diciembre del año pasado conocí a Tamara, fue una de esas casualidades que te va regalando día a día la vida.
Estuvimos trabajando juntas durante un mes en una perfumería y desde el principio noté que teníamos conexión. Creo que el hecho de que yo llegara cada día con un libro bajo el brazo llamó irremediablemente su atención.
Sentirte bien al lado de ella es fácil, y el feeling que sentimos hizo el resto. Pronto descubrí muchas inquietudes que ella tenía, viajes que había hecho, destinos y metas en su mente e intuí una amistad. Tardó poco en relatarme que estaba escribiendo un libro de poesía y que iba a editarlo, cosa que por supuesto me pareció maravillosa y un proyecto bonito y ejemplar.
A veces pienso, ¿cómo puede ser que con este caos de vida, con estas cosas que se ven y que se oyen todavía existan genios que escriben poesía?
Sin duda son personas especiales, y sí claro, así es ella, especial, de aspecto delicado, me atrevo a decir frágil, pero si la conoces, si conoces su historia, nada está más lejos de la realidad.
Puede ser delicada y femenina pero resulta que es extraordinariamente fuerte, y en esto se basó la sesión de fotos que realizamos para acompañar a la poesía de su libro.
El ballet fue y es para Tamara parte importante en su vida y, ¿qué puede expresar esa delicadeza y fuerza al mismo tiempo además de finura y feminidad? El ballet.
Tamara estaba preciosa, estaba radiante, pero también fue fuerte para volver a subirse a sus puntas de ballet después de años, con lo que eso conlleva. Fue segura de sí misma para caminar y danzar por el metro a pesar de las miradas ajenas, fue su momento y brilló haciendo su poesía a cada movimiento.
Gracias Tamara